No tenía ni idea de qué hacer con mi tiempo. La costumbre recomienda procurarse un buen trabajo. Y en esas andaba, pero lo que más me gustaba era leer… leer historias. Un día alguien quiso que le contara una de ellas. Aquello no lo había hecho nunca, así que…
… recordé algunas de las cosas que hasta entonces había aprendido y, recuperando un sombrero viejo de mi padre, salí a la palestra… fue divertido… sobre todo para mi…
…el caso es que, a partir de ese momento, me dediqué a coleccionar cuentos y recrearlos para poder contarlos como yo sabía, estimulando la imaginación del oyente. Buscaba la mejor forma de entusiasmar a otros con la historia, así que tracé caminos para la participación del público e inventé estrategias para que los niños y los mayores y todo el mundo jugara conmigo a inventar fábulas.
PD: A pesar de todo, aún a veces, tengo que retornar a procurarme un buen trabajo.