Biografía
La afición a contar cuentos no viene en mi caso de casa; ni de la escuela; ni de asistir a cursillos, festivales o eventos. En realidad la afición a contar viene de contar. De casa me viene la facilidad de estar hablando sin parar, de la escuela el gusto a disimular, y de los cursillos…de los cursillos… bueno de los cursillos la afición a…a…ah, sí!, la afición al poteo (¿o eso era anterior? bueno, da igual).
Comencé a contar cuentos porque no tenía ninguna cosa más interesante que hacer. Como pensaba que yo era inteligente, culto e interesante, comencé a contar cuentos de autores que me gustaban y… ¡menuda chapa! Entonces tuve un atisbo de verdadera inteligencia y volví la mente hacia los cuentos tradicionales. ¡Y funcionaba! Y desde entonces estoy enganchado a ellos. Aunque no me gusta hacer antropología cultural, sino que me gusta contar estos cuentos desde la óptica actual sin perder la esencia, ya que si lo tradicional vive es porque se adapta a los tiempos.
Y por eso les cuento Caperucita Roja a los alumnos de institutos, ¡para que tengan pesadillas! Y así me va la vida.